miércoles, 22 de diciembre de 2010

Del sueño de la Patria Grande a la pesadilla de Soldati

Los hechos acontecidos recientemente en el Parque Indoamericano ubicado en el barrio de Villa Soldati vuelven a poner en el candelero un debate que encuentra su origen en la misma colonización de América. A lo largo de la historia dos sectores contrapuestos han tenido diferentes miradas sobre las políticas que deberían implementarse en referencia al desarrollo regional, al derecho de la posesión de las tierras y a la inmigración. Estos dos sectores están hoy representados claramente por el Gobierno Nacional y por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En ambas gestiones pueden establecerse las líneas ideológicas históricas que han decidido seguir, tanto para el diagnóstico del conflicto habitacional de Soldati, como para su resolución.

No economizar sangre de gaucho
La visión político-ideológica de nuestros próceres, allá por los días de nuestra independencia, estaba centrada en dos ejes fundamentales: la construcción de la Patria Grande sudamericana y el desarrollo de un Estado democrático influenciado por las ideas republicanas de Jean-Jacques Rousseau. La patria grande era un proyecto de Estado-Nación, respetuoso de la diversidad cultural que tenían sus habitantes: españoles, criollos, indígenas y negros eran considerados en el mismo plano de igualdad y gozarían de los mismos derechos sociales.
Pero ese proyecto de Estado-Nación sería desbaratado por las oligarquías nativas de cada uno de los países de América del Sur. Basados en los principios liberales de la propiedad privada tenían, en consecuencia, un matiz profundamente individualista. Esa construcción que estaba en las antípodas del Continente-Nación pensado por Bolívar y San Martín hizo que cada uno de los Estados entraran en competencia entre si para obtener los favores comerciales de los grandes potencias del momento.
Argentina estaba destinada a ser proveedora de productos primarios para enriquecer a las oligarquías dueñas de las tierras y al mismo tiempo para fortalecer a economías industriales en expansión, que necesitaban de nuestros productos para alimentar a sus trabajadores.
Este sistema económico y social se repetiría en cada país de América del Sur, tanto en los productores de alimentos como en los extractores de minerales. A fines del siglo XIX este modelo de Estado parecía exitoso para las nacientes Naciones de América Latina. Las ciudades se modernizaban a imagen y semejanza de las grandes capitales de Europa. Sin embargo las condiciones de vida de las grandes mayorías rurales, luego fabriles, empeoraban rápidamente al caer bajo sistemas laborales capitalistas que eran cada vez más opresivos.
Estos dos conceptos de Estado-Nación contrapuestos serían magistralmente resumidos, aunque con matices, por Sarmiento, en su libro “Civilización o Barbarie”. Esos matices tienen que ver con que si bien Sarmiento despreciaba a los gauchos, a los indígenas, e incluso, a los pueblos europeos latinos, su visión del progreso no estaba emparentada con el sistema rural de exportaciones primarias sin valor agregado sino con el avance en nuestro país de sistemas industriales que se daban en países como Inglaterra. Este concepto de asociar el progreso con la Europa del norte y el atraso con los pueblos originarios y los gauchos, marcó una huella cultural tan profunda en nuestro pueblo, que todavía hoy sufrimos sus consecuencias.
La civilización, para el pensamiento unitario-liberal inaugurado por Rivadavia y profundizado por la generación del ochenta, por los Mitre y los Roca significa la consolidación de los vínculos culturales y comerciales con Europa (a partir de la primera Guerra Mundial se suma EEUU).
Pero esta idea de progreso beneficiaba solo a un pequeño sector de nuestra población mientras que a las grandes mayorías populares se las reprimía con el “orden” para que no cometan la osadía de reclamar mejores condiciones de vida solo reservadas a la clase aristocrática que despreciaba la cultura autóctona indígena y gaucha mientras enaltecía los valores de las razas anglosajonas y de la Europa nórdica como si se trataran de culturas superiores.

“…no trate de economizar sangre de gaucho. Éste es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos esos salvajes”. (Carta de Domingo Faustino Sarmiento a Bartolomé Mitre)

La Constitución del 49’
Luego de la primera Guerra Mundial y de la gran crisis capitalista del año 30, el modelo librecambista entra en crisis dando lugar al avance de los Estados de Bienestar en gran parte del mundo.
El proyecto de Estado-Nación basado en los valores latinoamericanistas y democráticos serían retomados en nuestro país recién en la década del cuarenta por el peronismo. En ese sentido el peronismo produce dos hechos insoslayables en la búsqueda de la soberanía política y la justicia social, tan ponderada en este proceso histórico: la inclusión social de las masas empobrecidas del interior históricamente expoliadas por las oligarquías terratenientes de los feudos provinciales y la creación del plan Nuevo ABC que consistía en la unión comercial, política y militar de Argentina, Brasil y Chile como punta de lanza para la regionalización de toda la América del Sur. De esta manera se podría hacerle frente a las presiones a las que nos sometían los países desarrollados que tenían visiones neocoloniales como Inglaterra, Francia o EEUU.

“La República Argentina sola, no tiene unidad económica; Brasil solo, no tiene tampoco unidad económica; Chile solo, tampoco tiene unidad económica; pero estos tres países unidos conforman quizá en el momento actual la unidad económica más extraordinaria del mundo entero, sobre todo para el futuro, porque toda esa inmensa disponibilidad constituye su reserva. Estos son países reserva del mundo” (Juan Domingo Perón. Discurso en la Escuela Nacional de Guerra, Buenos Aires, 11 de noviembre de 1953)

El Estado liberal que intervenía en la vida político-económica del país solo para resguardar los intereses de la elite, sufriría su mayor golpe cuando la Constitución liberal del 53 era reemplazada en 1949 por la Constitución peronista. En ella, entre otros bastiones del liberalismo, se reemplazaba la idea de la propiedad privada como capital individual por la de la propiedad productiva puesta en función social:

Capítulo IV
La función social de la propiedad, el capital y la actividad económica

Art. 38 - La propiedad privada tiene una función social y, en consecuencia, estará sometida a las obligaciones que establezca la ley con fines de bien común. Incumbe al Estado fiscalizar la distribución y la utilización del campo o intervenir con el objeto de desarrollar e incrementar su rendimiento en interés de la comunidad, y procurar a cada labriego o familia labriega la posibilidad de convertirse en propietario de la tierra que cultiva. La expropiación por causa de utilidad pública o interés general debe ser calificada por ley y previamente indemnizada. Sólo el Congreso impone las contribuciones que se expresan en el artículo 4°. Todo autor o inventor es propietario exclusivo de su obra, invención o descubrimiento por el término que le acuerda la ley. La confiscación de bienes queda abolida para siempre de la legislación argentina. Ningún cuerpo armado puede hacer requisiciones ni exigir auxilios de ninguna especie en tiempo de paz.

Art. 39 - El capital debe estar al servicio de la economía nacional y tener como principal objeto el bienestar social. Sus diversas formas de explotación no pueden contrariar los fines de beneficio común del pueblo argentino.

En la Constitución del 49’ el peronismo se pronuncia claramente por la integración de una Patria Grande democrática y equitativa, en dónde la diversidad de razas que la componen debe gozar de las mismas oportunidades para alcanzar el bienestar general:

Art. 28 - La Nación Argentina no admite diferencias raciales, prerrogativas de sangre ni de nacimiento; no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La equidad y la proporcionalidad son las bases de los impuestos y de las cargas públicas.

Art.37 inciso III punto II: Derecho a la vivienda - El derecho a un albergue higiénico, con un mínimo de comodidades hogareñas es inherente a la condición humana.
Capítulo III
Derechos del trabajador, de la familia, de la ancianidad y de la educación y la cultura


4. Derecho a condiciones dignas de trabajo - La consideración debida al ser humano, la importancia que el trabajo reviste como función social y el respeto recíproco entre los factores concurrentes de la producción, consagran el derecho de los individuos a exigir condiciones dignas y justas para el desarrollo de su actividad y la obligación de la sociedad de velar por la estricta observancia de los preceptos que las instituyen y reglamentan.

6. Derecho al bienestar - El derecho de los trabajadores al bienestar, cuya expresión mínima se concreta en la posibilidad de disponer de vivienda, indumentaria y alimentación adecuadas, de satisfacer sin angustias sus necesidades y las de su familia en forma que les permita trabajar con satisfacción, descansar libres de preocupaciones y gozar mesuradamente de expansiones espirituales y materiales, impone la necesidad social de elevar el nivel de vida y de trabajo con los recursos directos e indirectos que permita el desenvolvimiento económico.

Pero estos procesos políticos y sus planes de integración fueron combatidos tanto por las oligarquías internas de cada país como por las potencias extranjeras. Cárdenas tuvo que luchar contra el bloqueo inglés por haber nacionalizado el petróleo; Getulio Vargas contra la presión norteamericana a partir del fin de la Segunda guerra Mundial; y Jacobo Arbenz contra el Departamento de Estado Norteamericano que finalmente provocaría su caída. Por su parte el movimiento peronista fue salvajemente reprimido por las hordas civilizadoras internas asociadas a las externas, que a través de dictaduras militares y gobiernos civiles títeres intentaron destruirlo.

Del neoliberalismo en estado puro a la restauración popular
Mientras en Europa el Estado de Bienestar convertiría a naciones devastadas por la guerra en potencias industriales democráticas y equitativas, en nuestro continente el liberalismo destruiría lentamente a naciones en vías de serio desarrollo. El pico máximo de esta decadencia se daría entre los años 1976 y 2002, cuando la implementación del Estado neoliberal hizo renovar las tensiones con los países vecinos y destruyó el aparato productivo-sindical de nuestro país a sangre y fuego. Las mayorías populares eran condenadas al desempleo y a la flexibilización laboral. Lo público, lo popular era cosa de un pasado nostálgico que retrasaba el progreso de un país estancado en viejas disputas. Lo moderno era, una vez más, un Estado empresario-policíaco que volvía a poner en el centro de la escena el resguardo de la propiedad privada.
Después de haber tocado fondo en diciembre del 2001, Néstor Kirchner comenzó en el 2003 la tarea de restauración el sistema productivo nacional que el liberalismo había destruido a partir de la caída de Perón en 1956. Su proyecto de Nación volvía a hacer eje, como en la etapa liderada por el Gral. Perón, en la unidad de Sudamérica y en la inclusión social de los sectores más humildes. En ese sentido se implementó el programa Patria Grande por el cual todos los inmigrantes de países vecinos regularizaron su situación y actuaron como mano de obra sustituta de los oficios perdidos en el tsunami importador. Así bolivianos, peruanos y paraguayos se constituyeron en los pilares del crecimiento del rubro textil y de la construcción. Sin embargo patrones inescrupulosos que se resisten a perder sus privilegios los condenaron a ser trabajadores pobres y sin derechos. La figura del trabajador pobre es muy peligrosa, un trabajador que no tiene trabajo tiene la esperanza de que al conseguirlo pueda progresar, en cambio un trabajador pobre que trabaja en las condiciones más indignas durante varias horas al día, sin una retribución justa, siente que su sacrificio no vale la pena. Entonces pierde la fe en el trabajo como herramienta de progreso.
Además no es pobre solamente quién no tenga dinero en el bolsillo sino también aquel ciudadano que estructuralmente no goza de sus derechos más básicos: derecho a la salud, derecho a la educación, derecho a la vivienda.
El trabajador pobre está fielmente representado en los inmigrantes bolivianos, peruanos y paraguayos, que a pesar de tener trabajo en abundancia, sus salarios miserables, su condición de trabajadores informales y la imposibilidad de obtener garantías para alquilar inmuebles, los obliga a vivir en barrios humildes, hacinados en pequeñas piezas, por las cuales pagan alquileres usurarios. Porque para los pobres también rige la ley de la oferta y la demanda.
Este escenario histórico condicionado por la definición sarmientina de “Civilización y Barbarie” (la mayoría de los inmigrantes sudamericanos son claramente descendientes de los pueblos originarios) está hoy reflejado como nunca en la coyuntura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Mientras avanza a nivel nacional un proyecto de Estado-Nación de bienestar, equitativo y democrático, el niño Mauricio, representante cabal del Estado empresario que reino en los noventa, pretende regresar a las épocas neoliberales. Esa es la razón por la cual su gobierno subejecuta el presupuesto para planes de viviendas sociales y los vuelca al bacheo, al asfalto, y a una policía corrupta, para el beneplácito de un sector de la clase media y media baja porteña racista que se cree el cuento de que los trabajadores que emigran de países hermanos les vienen a quitar sus propios trabajos cuando prácticamente no hay argentinos que se sienten en una máquina de coser o levanten paredes. O crean que el pagar sus impuestos los coloca en un eslabón superior al inmigrante, como si los derechos no fueran fruto de necesidades. Tal vez ese sea el mecanismo que mejor los ayude a olvidar que una vez sus padres y sus abuelos fueron también inmigrantes o migrantes internos con necesidades que pudieron superar gracias a un Estado benefactor que los ayudó a salir de esa situación de desamparo en la cuál ellos también sufrieron discriminación. O tal vez sea que un descendiente de europeos merezca gozar de derechos diferentes que un descendiente de indígenas, concepto que se encuentra mucho más cerca de la patria sarmientina que de la sanmartiniana, o de la peronista.

“Es imprescindible que tomemos la dimensión histórica que la unión latinoamericana tendrá en el concierto de las naciones.Vemos como hoy un hechizo productivista nos ha conducido al saqueo de nuestros recursos para generar un absurdo tipo de desarrollo en los países poderosos.El hombre debe volver a encontrarse en su relación con la naturaleza. Debemos escuchar con atención el mensaje ancestral de nuestros hermanos pueblos originarios. Ellos aman la naturaleza. Para ellos la tierra es su madre, no un recurso.Debe ser Latinoamérica, por su tradición ancestral, su diversidad biológica y su identidad cultural, la que muestre al mundo la urgente necesidad de replantear la relación del ser humano con la naturaleza. Esa es la tarea que tenemos los latinoamericanos: unirnos para cambiar el mundo.Esta etapa histórica nos obliga a no perder la oportunidad.Lo que está en juego es la humanidad misma y el momento de emprender la tarea es ahora o nunca”. (Juan Domingo Perón)

“Vecinos vs Ocupas”
Sobre estas necesidades genuinas actuaron los punteros políticos del niño Mauricio que operan habitualmente en esos barrios humildes, para que las comunidades bolivianas y paraguayas, mezcladas con familias argentinas, tomen el Parque Indoamericano, con la falsa promesa de que recibirían títulos de propiedad. Esta contradicción PRO de abandonar el plan de viviendas sociales por un lado, para ofrecer tierras por el otro, pone al descubierto la clara intencionalidad política de la derecha macrista que, junto a los medios y al capo mafia de Duhalde, intentan construir la imagen de una Presidenta debilitada a causa de la muerte de su compañero, asociándola con la figura de Presidentes débiles que fueron desbordados por el reclamo social, como Isabelita, Alfonsín o De La Rúa.
Por eso el niño Mauricio acusa, lloriquea y finalmente exige que el Estado Nacional resuelva una problemática que es propia de la Ciudad pero que él se niega a resolver, no por falta de recursos, sino principalmente por su posición ideológica y un poco también por su ineptitud para gestionar la cosa pública.
Estas operaciones pretenden construir por la fuerza y no por los votos el proyecto de país que sueñan el niño Mauricio y el gran confabulador Eduardo Duhalde, quienes en las antípodas de esa visión integracionista, solidaria y democrática que tenían nuestros próceres, proponen cerrar nuestras fronteras para regresar a las relaciones carnales con EEUU y la represión ejemplificadora de grupos civiles armados para desalojar en forma violenta el Parque Indoamericano “ocupado” por inmigrantes indo-americanos (valga la redundancia) reinstaurando el estado policíaco represor que solo actúa para defender la propiedad privada.
Porque a pesar de la mirada sesgada de los monopolios colonizados de comunicación hay que decir que no hay enfrentamiento real entre dos grupos cuando los muertos están en un solo lado. Por lo tanto no hubo enfrentamiento de “vecinos” contra “ocupas” sino de patotas civiles armadas contra sectores de nuestra sociedad que ocupaban un parque en estado de abandono, para hacer visibles sus necesidades.
Esta práctica no es nueva para el niño Mauricio. Recordemos que tiene una causa abierta por la violencia que ejercía la UCEP en los cientos de desalojos compulsivos que ha tenido la Ciudad desde que la gobierna el niño Mauricio. No hay diferencias entre algunas acciones intemperantes del niño Mauricio con las realizadas por la Dictadura genocida o por la policía represora de Falcón o por las hordas salvajes comandadas por Roca en la campaña al supuesto “desierto”. Porque volviendo a la línea ideológica histórica, no caben dudas que tras esa visión sarmientina se esconde el verdadero Macri. Una visión totalmente alejada, no digamos de referentes latinoamericanos integracionistas más discutidos como el Che Guevara, Evita, Tupaj Katari, Solano López, José Martí o Salvador Allende (observemos como se puede consensuar un gran abanico de ideas, similares pero no idénticas, entre personajes que han vivido diferentes etapas históricas) sino de héroes de nuestra independencia como Bolívar, San Martín, Belgrano, O'Higgins o Artigas, a quienes nadie, ni el más trasnochado dirigente de la derecha, puede imaginar levantando muros en las fronteras para que no pasen los inmigrantes de países vecinos que sueñan con una vida mejor, o montados en sus caballos levantando sus espadas en el Parque Indoamericano contra ciudadanos de la Patria Grande a quienes ellos mismos los consideraban como hermanos.
Todos estos personajes conviven dignamente en la Galería de los Patriotas Latinoamericanos que la Presidente Cristina Fernández de Kirchner mandó a construir en la Casa Rosada con motivo de los festejos del Bicentenario. Este hecho junto a la decisión de velar al ex Presidente y jefe político del kirchnerismo, Néstor Carlos Kirchner, en la Galería de los Patriotas Latinoamericanos marcan a las claras cuál es la matriz ideológica del Gobierno Nacional en la que se basa para no reprimir las necesidades de nuestro pueblo latinoamericano sino para darles derechos.

El aluvión narco-zoológico
En el otro rincón del pensamiento latinoamericanista de nuestros próceres el discurso xenófobo del niño Mauricio, acusando a los trabajadores inmigrantes de narcos y de delincuentes, nos recuerdan frases racistas como las que vertió el diputado nacional por el radicalismo San Martino en 1947 para caracterizar al peronismo:

“El aluvión zoológico del 24 de febrero parece haber arrojado a algún diputado a su banca, para que desde ella maúlle a los astros por una dieta de 2.500 pesos. Que siga maullando, que a mí no me molesta”

Lo único que potenció el niño Mauricio con sus vergonzosos dichos es la agresión que los inmigrantes bolivianos, peruanos y paraguayos están sufriendo hoy en toda la ciudad, incluso también dentro de los mismos barrios humildes, a manos de ciudadanos argentinos que sufren las mismas carencias sociales pero que por alguna razón se sienten mas cercanos a este intendente-empresario que tiene responsabilidad directa en que estos sectores se encuentren en esa situación de pobreza estructural.
Esta problemática, que por supuesto no es menor, no hace más que correr el verdadero eje del problema en la toma del parque Indoamericano, que no es solamente la falta de viviendas dignas para las clases más desposeídas sino también la inexistencia de créditos blandos para la vivienda y los abusos en los alquileres que sufren los inquilinos de clase media. De esta manera se opera para impedir que el reclamo justo por la construcción de planes de viviendas sociales y por una ley de alquileres que regule el mercado inmobiliario concentre en una sola voz a estos sectores. Mientras tanto el niño Mauricio sigue adelante con sus negocios inmobiliarios donde el capital se direcciona en función de beneficiar a los financistas y a los especuladores para seguir alimentando la burbuja inmobiliaria que eleva incesantemente los precios en los alquileres de las viviendas a un ritmo mucho más acelerado que el de los salarios.
Vivimos en un país que creció al ritmo de la inmigración y que necesita de inmigrantes para seguir desarrollándose, por eso es un contrasentido que Argentina sea un país racista. Después de todo la verdadera inmigración en Latinoamérica fue la producida por los europeos y sus víctimas fueron nuestros pueblos originarios. La conquista de América, fundamental para posibilitar el desarrollo industrial de países pre capitalistas europeos, dejo un saldo de setenta millones de seres humanos muertos, entre asesinatos, trabajos forzados y enfermedades que eran desconocidas en esta parte del mundo. Y aún hoy nuestros pueblos originarios siguen siendo atacados arbitrariamente por reclamar que les devuelvan las tierras que les vienen arrebatando desde la época de la conquista, como lo demuestran los impunes hechos acontecidos recientemente con la comunidad Quom en Formosa, en dónde un Estado represor, más parecido a la idea racista del niño Mauricio que a la integracionista de Cristina a pesar de que el gobernador Insfrán forme parte del kirchnerismo, volvió a asesinar a ciudadanos indefensos por reclamar el derecho a explotar la propiedad en forma colectiva con fines sociales, tal cual figura en la Constitución peronista de 1949. Porque la tierra es para el que la trabaja, no para que el que la ocupa con fines lucrativos.

“Cuando se cierra el camino de la reforma legal nace el derecho de los pueblos a una revolución legítima. La historia nos enseña que esta revolución legítima es siempre triunfante. No es la asonada ni el motín ni el cuartelazo; es la voz, la conciencia y la fuerza del pueblo oprimido que salta o rompe la valla que le oprime. No es la obra del egoísmo y de la maldad. La revolución en estos casos es legítima, precisamente porque derriba el egoísmo y la maldad. No cayeron éstos pulverizados el 4 de junio. Agazapados, aguardaron el momento propicio para recuperar las posiciones perdidas. Pero el pueblo, esta vez, el pueblo solo, supo enterrarlos definitivamente el 17 de octubre.”
(Discurso de Juan Domingo Perón, Asamblea Constituyente 27 de enero de 1949)

No hay comentarios:

Publicar un comentario